De chica soñaba con una casa
hecha de alfombras: paredes de alfombras
y techos de alfombras. Cerraba los ojos
y convertía mi habitación en el Reino de las Cosas de Alfombra.
Me sentaba en frente de la tele a mirar dibujitos
y me los imaginaba a todos
viviendo en sus casas de alfombra.
Una casa así, toda acolchonada y sensible,
es un portal. Guarda que si apoyás
la mano en esa pared, terminás en el universo
de la alfombras circulares.
Guarda que la de este techo
está viva, y se despierta
con el perfume del chocolate. Yo advertía, así,
a Rocko y a Heffer de las posibles desapariciones
a través del silencio de las alfombras.
Jamás pude hablarlo con nadie
porque papá decía que esa casa era solo mía
y que podía volver cuando quisiera; pero
lo que ni él ni nadie sabía,
es que yo ya había entrado a esa casa,
hacía mucho tiempo,
y que nunca iba a poder salir.
***
El nadador
acá
"Era un hombre esbelto –parecía tener la especial esbeltez de la juventud– y, si bien no era joven ni mucho menos, esa mañana se había deslizado por su baranda y había descargado una palmada sobre el trasero de bronce de Afrodita, que estaba sobre la mesa del vestíbulo, mientras se enfilaba hacia el olor del café en su comedor. Podía habérsele comparado con un día estival, y si bien no tenía raqueta de tenis ni bolso de marinero, suscitaba una definida impresión de juventud, deporte y buen tiempo. Había estado nadando, y ahora respiraba estertorosa, profundamente, como si pudiese absorber con sus pulmones los componentes de ese momento, el calor del sol, la intensidad de su propio placer. Parecía que todo confluía hacia el interior de su pecho. Su propia casa se levantaba en Bullet Park, unos trece kilómetros hacia el sur, donde sus cuatro hermosas hijas seguramente ya habían almorzado y quizá ahora jugaban a tenis. Entonces, se le ocurrió que dirigiéndose hacia el suroeste podía llegar a su casa por el agua."
***