Cinco puntas y un banco verde; cielos enterrados en el fondo de mi piel, en un trozo de mi cuerpo que se pudre porque duele por las cosas. En sufrir lo terrenal, en llorar de materialidad.
No podemos
ser, aunque nazcamos
no se puede desnudar el alma
como se desnuda el cuerpo
como se
desdobla en la sal del cuerpo de aquel hombre, en el frenesí de la piel
descalza. Como se viola a una niña de cuatro años.
Me robo la
mirada a mí misma. Destruyo InfartosIncertadosIntangibles que afloran en la
punta de mis pies, que ruegan por hablar como hojas cuando saltan de los
árboles azules, que penetran el gas que a todos nos ahoga en esta atmósfera
fermentada de costumbres y moralidades.
Y un
presente que forma la paradoja de una vida siempre mejor en ayeres últimos; e
impregnada de recuerdos que me olvidan dejándome huérfana. Tal vez, sea esa la
condición para mi escritura, para mi mano que parte las palabras en este
cuaderno añejado y color granate. Para estallar la pluma entre mis dedos,
cegando mi ojo izquierdo. Anclando esta juventud a una vejez inmediata-sin
escalas.
Flotan mis
miembros sobre un lago de aire en esta habitación, que no existe cuando alguien
la busca.
Se entierran
mis venas fúnebres en una maseta de la ventana del departamento de mi abuela.
m n m
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