Me escondo en el centro de la luna
que antes ignoraba
y ahora me persigue.
Se escucha la voz que canta
en el fondo del día;
se tiende sobre mi lecho
una espesa niebla blanca:
corro por sus líneas grises;
absorbo todo lo que no es luz;
recuesto la calma sobre la locura;
impregno sobre mis pestañas resinas transformistas:
Ato con mis dos manos
el frasco de vidrio que me une;
lo abro y bebo el jugo extraído
de la mirada del clown:
muero, sin saberlo, sobre la muerte.
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