La suma de todos los planetas
equivale al silencio aplastante
de un pueblo abandonado.
Igual que ahora, en esta casa,
en esta habitación
en donde estamos todos sentados en ronda:
nos miramos a la cara pero no podemos hablar,
no sabemos nuestros nombres,
y si los supiéramos,
no se nos ocurriría qué decirnos.
La tensión que se teje abajo de la piel
como un secreto escrito en papel celofán.
Debatimos sin palabras
cómo poder ser nuestras propias muñecas,
cómo deconstruir todos los preceptos que nos enseñó la escuela,
cómo tatuarnos algún dibujito infantil
con lapicera bic
en nuestro cuerpo de polietileno
y callar para siempre
lo que nunca debería haber sido dicho.
***
No hay comentarios:
Publicar un comentario