lunes, 12 de noviembre de 2012

Autismo filosófico 


Partió de mi hombro con sus débiles y sumisas extremidades.
La hormiga, sigilosa, camina…me atraviesa.
Fuera de su mundo, los instantes debaten el comienzo de algo, atropellándose unos con otros para poder tomar su lugar. Mientras que mi cabeza emprende una travesía hacia arriba, o quizás se encuentra dando un indicio de fin.
Quieta, en una silla que me hunde y a través de una ventana que me lleva, puedo sentir como sus raquíticas patas me conectan a una vida que en un remoto destino me vigiló.
Ella le atribuye a mi piel un relieve histórico y al mismo tiempo yo la percibo dubitativa, investigando una funda ajena.
Ya la veo en la cuenca interna de mi codo y mi imaginación se anticipa al final de su sendero.
Completamente abstraída en la representación que este pequeño ser me significa, evoco la imagen de Alberto logrando compenetrarme en sus pupilas.
-Marta –me llama su espectro-. Inyecta su esencia en tu alma.
Mi respuesta sólo puede constituir una mirada acabada.
-Marta. –insiste Alberto- arriba sólo encontrarás dudas.
-Sí –aturdida, encuentro aire para refutarlo-, pero en algún momento se va a caer.
La hormiga siguió su rumbo y, confirmando el cierre del recorrido, declinó súbitamente hacia el suelo.




m n m 





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