lunes, 28 de abril de 2014

Raquel



Raquel es un misterio,
cuando la familia habla de ella se me pone
la piel de gallina. Veo en la repisa del living de mi abuelo
la única foto en la que la vi. Mi tío casi ni la nombra,
mi abuelo no la quería y mi abuela ya no está.
Mi mamá tampoco
y mi papá solo conoció el hermoso recuerdo
que ella guardaba de Raquel, su tía
favorita. Raquel
murió relativamente joven, sin hijos, enamorada de un
empresario opuesto a sus ideales,
mucho más grande que ella y casado,
que también murió de
cáncer. Su relación era muy liberal, dicen, ella solo dependía 
de ella, nada de amor burgués. Mi abuelo
la tildaba de zurda y ella de facho. Raquel
se enfrentaba a él en las charlas políticas e iba a velatorios
como el de Agustín Tosco, antes de escapar 
de Alta Córdoba a Buenos Aires,
perseguida por la represión política.
Marxista y amante del arte,
toda hermosa
y joven,
tan joven que los años le tenían miedo,
tan joven, Raquel,
Raquel la de la foto que me invoca,
más joven que yo.
Esa foto me paraliza, me habla al oído, Raquel
me está queriendo
decir algo, a través de los años
y más años,
a través del blanco y del negro,
yo puedo sentirla. 
Raquel es uno de los tantos misterios de mi familia,
otra sombra que jamás voy a poder debelar. La única que
me queda es agarrar los libros que dejó
y devorarlos,
y devorarla a ella,
a su recuerdo
a lo que alguna vez fue: una persona
una persona que llora
una persona que trabaja y llega a su casa cansada
una persona que toma un café
una persona que sale a caminar un día nublado
una persona peronista;
zurda
zurda
zurda peronista.
Raquel me inquieta más que la infancia de mi propio
abuelo, el facho.
Raquel me habla, desde lejos, desde una foto,
y yo no voy a dejar que muera
la voy a congelar,
acá, ahí,
toda joven y hermosa, como la estoy viendo ahora,
una imagen fantasmal
rebalsada de contenido:
Raquel, te estuvimos esperando mucho tiempo,
nada de lo que está vacío por acá
puede representarte. 












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