Alcira, oh
Alcira, froto con el dedo la
inerte superficie del suelo que vomita imágenes en mi oído
Siento, aunque no siento
tanto como quisiera
o soy más de lo
que me
gusta-susta ser
Tomo tu nívea mano y la acerco a
mi pecho y comprimo y desarmo y escalo el vacío el negro el rojo el líquido.
Afloro de una escisión de
dimensiones –me
sitúo no sé dónde, intentando salir pero no hay puertas–. Grito reviento desbordo el
aire. Pero no es aire, acá hay como un humo a mi alrededor. Un humo que no me
deja ser aunque le implore inútilmente que me suelte:
yo sé
que ser
parece cierto,
pero nadie
es nada.
Arrastro mis ojos, Alcira. Los
arrastro por el abismo para sentirme parte de esa nube que me persigue sin fin,
entre azules y violetas o negros saturados.
Acá no hay puertas, Alcira. No
hay puertas acá abajo.
m n m
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