(...) Muchas veces había ya jugado con las imágenes de lo venidero y había entrevisto en mis ensueños los destinos que me estaban reservados, como poeta acaso, o tal vez como profeta, como pintor, en fin, como quién sabe qué. Todo esto era un error, yo no estaba en el mundo para versificar, perorar o pintar; ni mi existencia ni la de nadie tenían esas finalidades, ya que tales cosas eran secundarias. El verdadero oficio de cada cual era, exclusivamente, llegar hasta sí.
(...) Yo era un impulso de la naturaleza, dirigido acaso hacia lo incierto o lo nuevo, tal vez hacia nada; mi vocación estricta era dejar actuar aquel impulso, nacido de la esencia primordial, dejar sentir en mí su voluntad y hacerlo mío por completo. En esto exclusivamente debía consistir mi profesión humana.
H. Hesse, Demian
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