miércoles, 3 de abril de 2013

Lo que digo al decir


Cuando miro por aquel agujero tan pequeño, no puedo imaginar el soplo de aire que se avecina. Entonces, siempre estalla y me pega (y me pega), inundándome de significados que aplastan mi cráneo.
Es tan pequeño el agujero (tan negro), que la nube sale despedida con una fuerza magnífica que no puedo controlar ni dividir. No puedo tomar de ella los trozos que necesito para poder expresarme con palabras.
Porque nunca alcanzan: esas cosaS. Esas cosaS que pretenden hablar de mí, e incluso ha-(c)serme una cosA. No puedo utilizarlas con comodidad sin pensar

que estoy abandonando otras,

que lo que pienso no siempre es lo que digo,

y que lo que digo no siempre es lo que se interpreta.

Entonces, al seleccionarlas (con miedo) en mi mente e intentar largarlas por el agujero (y que golpeen mi cara desde adentro-afuera), ellas cambian de tamaño. Se agrandan y se encojen, modifican sus facciones, y alteran la textura de la piel para que pueda temerles más. Temerlesconterror.

Pero, sin que pueda darme cuenta, de un momento a otro salen al exterior (el agujero escupe); casi todo el tiempo se deciden autónomas y me sentencian al hablar u existir.

Después de todo, gracias a ellas puedo dibujar líneas (a veces curvas-a veces rectas), y balancearme sobre su lomo como una equilibrista: qué otra naturalidad podría exigir.


m n m 

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