Tiene furia propia
cuando toma el centro
de mi pecho,
encierra su puño,
y aprieta, ahorca, estruja mi carne.
Tiene vida y tiene muerte,
tiene mis labios secos
de tanto
asfixiarse,
y tiene un mar, sinuoso y tenaz,
de líquido derramado.
Tiene un agujero negro
que me absorbe
o me chupa
con fuerza centrífuga.
Tiene imágenes perdidas
en algún rincón del universo,
–si es que somos ciertos
el universo y yo–.
Tiene momentos que no fueron,
recuerdos inventados,
sonrisas creadas y construidas
entre la nada y la mentira.
Tiene la pérdida del ser
que jamás conocí ni conoceré,
dueña de la voz implícita que me habla
al oído dulcemente, y me abraza
cuando desaparezco.
Tiene aquel abismo,
el mismo de la lluvia
–cae
hacia abajo–,
que significa no tenerte nunca
y perderte día a día,
siempre por primera vez.
Tiene los ojos podridos
y la risa satánica
de la enfermedad de la muerte,
que camina de costado.
Tiene el instante
final
y el blanco entre tus dedos.
Tiene la injusticia
de haberte arrancado de mí
(de nosotros)
mientras te abrazábamos
con el cuerpo y con el alma.
Tiene la mitad de mi vida
destrozada e inmovilizada
(para siempre) entre sus manos.
Tiene una falta infinita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario