Salgo de adentro mío como
expulsada por mano mayor que expulsa con fuerza de expulsión. Salgo y me veo, a
mí misma, desde afuera. Me sumerjo en la vorágine de líneas curvas que van y
vienen entrelazando miradas desorbitadas. Boca abierta vena en mano.
Salí y pude verlo perfectamente.
Porque me gustan los humanos (los humanos no son máquinas). Vi, por vez
primera, este espacio negro –a veces vacío–: es hondo y gelatinoso.
Frecuentemente entierro mi mano hasta no saber qué es una mano y creo ver sin
los ojos.
Cada algunos días (no sé cuáles,
no sé cuántos) escucho gritos de niños brotando de mis oídos raídos,
llantos desesperados y sin escrúpulos:
ellos también salieron recién, y se ven desde afuera.
m n m
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