Al sacar la mano de mi brazo
puedo separar los dedos
sin dificultad.
Los muevo con lentitud y dibujo
ondas de presencia aguda en el espacio:
carne de reconocimiento en mi materia.
Los acerco a tu mejilla con cuidado;
hoy te odio
más-que-nunca.
Rozo tu piel y encuentro
mi otra mano.
Diez dedos te entierran
entre círculos de cemento y plástico.
Círculos más círculos que los tuyos verdes.
Te despedazo con delicadeza
para jamás olvidar
que ya habías sido olvidado.
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